viernes, 4 de agosto de 2017
Trajín en la consulta
Trajín no es
un traje pequeño y corto
como los brazos de un niño de seis años,
porque a los seis años los humanos
no llevan trajes,
como mucho sus padres,
los padres que lo traen a la consulta blanca
Trajín es lo que hay en esta consulta impoluta
lo que hay en una profesión que nadie
es capaz de describir correctamente
lo que hay en los momentos previos a querer hacer
el procedimiento perfecto.
Antes del principio de todas las cosas digo palabra,
frío,
boca
No soy capaz de decidirme
entre todas las frases que formarán el vacío.
No las conozco.
Sin embargo sé de memoria todas las canciones que están
en los bosques
y en los extremos de los semáforos en rojo.
El reloj de todo va a destiempo
¿Acaso era esto madurar?
Ahora veo todo
pero sobre todo
los brazos de la niña
a la que hago la revisión de los seis años.
"Mami, tápale el ojo derecho"
"Ahora dime, qué ves"
"Ahora, mami, tienes que sujetarla fuerte"
Ahora localizar la región deltoidea
apunto
calculo
ahora clavar una aguja como si fuera un lápiz
Y es tan fácil
Dedos,
mano,
algodón,
deltoides.
Aquí la respuesta
la balsa, la esperanza
No tiene sentido pero adquiere
todo el significado necesario
igual que el libro
en la mesita de noche
y esos dibujos en la tele
que pienso no son humanos
los humanos tenemos pelo,
pelo de verdad.
Cuándo me ha crecido tanto el pelo,
cómo ha llegado hasta aquí...
La niña casi no llora
aprieta una mano contra
su bracito de seis años.
Cómo describir que en esta consulta no hay ausencia
sólo plenitud.
martes, 2 de mayo de 2017
Cambiar de bando
Dónde está el deseo,
las cosas que una vez sentimos...
¿Por qué vuelven
cuando ya las creías perdidas?
Cambiar de bando constantemente
ver películas chorras,
estudiar para un examen
y salir un viernes noche.
Cambiar de bando sería
reír por chistes sin sentido
emborracharse anticipando
el suspenso y la rabia.
Sería pasárselo bien en el tumulto
y evitar a toda costa la soledad.
A veces pienso que tomar la decisión
de ejecutar
una serie de acciones
desemboca en convertirse en otra persona,
pero lo cierto es
que está el chico que sonríe
y creo que le gusto
está la ventana abierta
y darse cuenta,
con estupor,
de que el calor no soluciona los problemas.
Está el examen en blanco,
dado la vuelta,
antes de empezar el duelo.
Está una amiga que no está.
Está el alcohol que hipnotiza.
Está otro chico que no para de hablar
y no me interesa en absoluto.
Están las ganas de escribir sobre todo
menos sobre ti.
A veces me permito soñar
con ser otra persona
o quizás es mi reflejo
en el momento en que se alinean los astros.
domingo, 23 de abril de 2017
Oscilaciones. Febrero - abril.
FEBRERO
Después de ver a alguien hacerse una coleta
Después de ver a alguien hacerse una coleta
Te quedaste esa pulsera que usaba para recogerme el pelo. Espero que
cuando la veas te recuerde a mi. Y que duela. Como duele cuando no
encuentro con qué recogerme el pelo, y recuerdo que llevabas esa goma
como pulsera. Digo esto ahora que no tengo nada que perder, porque ya lo
he perdido todo. Nos perdimos el uno al otro, y ahora sólo queda un
inservible recuerdo cada vez que quiero hacerme una coleta.
***
Tarde lluviosa
Voy a escribir en prosa con lo que tengo ahora: por ejemplo, esa planta mustia que recogimos de la calle, que ahora se alza a la altura de la puerta entornada.
En mi casa siempre ponemos ese programa de cine, como para ayudarnos a descifrar el arte que nunca sabremos apreciar. Salen películas raras mientras terminamos de cenar y no entendemos nada, pero callamos, escuchamos y soreímos.
Esta tarde tuve entre mis manos un libro de poesía diminuto: paso sus hojas entre mis dedos. Cuesta 14'90 y de repente no tengo ganas de llevármelo. Me he encontrado con esa mirada y no sabía qué decir, así que he salido corriendo de la librería.
Llueve afuera y estoy en el salón porque tengo miedo de estar sola. Hablan en el comedor, a través de esa puerta entornada. A
través de la planta renacida oigo sus voces y no me siento sola.
Hormonas revoloteando
Cenando me he encontrado una cicatriz. Nunca había visto esa marca
pequeña, diminuta y blanca en mi mano. Miro la mano y finjo que es más
interesante que una conversación en la que me siento ridiculizada. Y
ciertamente lo es, pero pienso más bien en el daño que hacen nuestros
fantasmas. Pienso en que las heridas cicatrizadas pueden volver a doler.
Hace poco leí que las cicatrices que quedan después de los puntos de
una cirugía duelen de vez en cuando. Es como si quisieran reclamar su
existencia, para que no te olvides demasiado de ellas.
Mi madre
tiene una cicatriz de cirugía. A mi madre la operaron hace un año y
alguna vez me cuenta que nota un pequeño pellizco. Hace un año la vi
sufrir y ahora queda esa suave cicatriz. Después de curarla yo misma,
después de las grapas y el dolor y la sangre, queda una línea tan suave
que al mirarla se parece a ella. Ahora son un solo ser.
Miro mi
mano, la línea blanca casi ineludible pegada en ella. Me gusta ser consciente de las cosas sintiéndome inmune a ellas. No entro en la
conversación que me deja como perdedora. En vez de eso levanto
de la mesa, como queriendo dar por concluida la función. Es mentira, ya
lo sé. En la vida un telón no se cierra para abrirse otro, sino que
convivimos con todas nuestras funciones sonando al unísono. No vi mi
cicatriz hasta este momento, quizás por lo mimetizada que estaba ya con la piel sana, pero sigue ahí, interpretando su papel.
***
Viaje de vuelta de una escapada
Es una tontería lo que voy a decir, pero me gusta viajar en autobús. El bamboleo de los pies que provoca el gigantesco vehículo al deslizarse por el asfalto, el temblor de sus ventanas y reposabrazos. Tiendo a pensar cada vez más que soy una persona solitaria, y que mucha gente no sabe hacer las cosas a un ritmo que sea satisfactorio para ella misma y a la vez bueno para los que lo rodean.
Viendo esta ciudad que no es la mía en la que apenas he estado dos días, ya pienso en lo que haría si viviese allí. Cogería una bici para recorrerme las explanadas en tardes como estas, con sol y casi veinte grados, los cerezos floreciendo y yo pedaleando. Otra tarde saldría de la casa a las afueras de la ciudad y me iría andando al centro, con una bolsa de ropa sucia al hombro, hasta la lavandería, y mientras se lava todo haría la compra. Alguna mañana de fin de semana saldría a andar por el campo, incluso me pegaría alguna carrera, con lo que odio el running.
Llegué a esa ciudad enana que no se parecía en nada a Madrid, a una estación en la que nadie me recogía, y pensé: "Ojalá este fin de semana se acabe ya". Qué difícil es conectar con los demás y qué hermoso y milagroso que suceda. Cuando me preguntan si creo en el amor digo que sí, porque he vivido ese milagro con amigos, con familia y con amantes. Ahora que ya estoy de vuelta a Madrid, en este autobús, sola, mirando cómo atardece por los campos verdosos, escribiendo, pienso: "Ojalá este viaje no acabe nunca".
Es una tontería lo que voy a decir, pero me gusta viajar en autobús. El bamboleo de los pies que provoca el gigantesco vehículo al deslizarse por el asfalto, el temblor de sus ventanas y reposabrazos. Tiendo a pensar cada vez más que soy una persona solitaria, y que mucha gente no sabe hacer las cosas a un ritmo que sea satisfactorio para ella misma y a la vez bueno para los que lo rodean.
Viendo esta ciudad que no es la mía en la que apenas he estado dos días, ya pienso en lo que haría si viviese allí. Cogería una bici para recorrerme las explanadas en tardes como estas, con sol y casi veinte grados, los cerezos floreciendo y yo pedaleando. Otra tarde saldría de la casa a las afueras de la ciudad y me iría andando al centro, con una bolsa de ropa sucia al hombro, hasta la lavandería, y mientras se lava todo haría la compra. Alguna mañana de fin de semana saldría a andar por el campo, incluso me pegaría alguna carrera, con lo que odio el running.
Llegué a esa ciudad enana que no se parecía en nada a Madrid, a una estación en la que nadie me recogía, y pensé: "Ojalá este fin de semana se acabe ya". Qué difícil es conectar con los demás y qué hermoso y milagroso que suceda. Cuando me preguntan si creo en el amor digo que sí, porque he vivido ese milagro con amigos, con familia y con amantes. Ahora que ya estoy de vuelta a Madrid, en este autobús, sola, mirando cómo atardece por los campos verdosos, escribiendo, pienso: "Ojalá este viaje no acabe nunca".
Cuando llega el calor y todo parece estabilizarse
Sé lo que es la felicidad y no es la falsa e inquietante calma de las parejas que llevan años juntos sin la valentía de reiniciarse cada uno por su cuenta.
No.
La felicidad es doblar la ropa seca, recién lavada, y su olor a suavizante.
La felicidad es un poema que te descubre, y también descubrir un poema que nunca imaginaste que pudiese existir.
La felicidad es esta copa y este bollo.
Los viajes de vuelta a casa con el sol colándose por todas las ventanas y todas las rendijas.
La felicidad es este libro que habla del mar y de la sangre de los peces.
Felicidad es volver a casa de tus padres.
La felicidad es hacer postres después de comer.
La felicidad es esta sábana y esta ardilla a través de la ventana.
Cuando estoy triste y es primavera hago batidos de fresa. El otro día hice un batido con fresas, plátano, yogur de fresa, una galleta, leche semidesnatada y un chorrito de nata. Cuando llegaron mis padres a casa después de unos días de vacaciones les hice probarlo. La felicidad son mis padres probando mi batido triste.
jueves, 26 de enero de 2017
Sangrar
Luna Miguel recita sobre lo que es pureza, dice que es menstruar. Luna Miguel dice que la sangre es el néctar de los poetas, que todo lo que menstrúa es digno de un poema. Yo también lo creo, yo también lo afirmo.
Pienso: estoy sangrando y eso me hace feliz.
Pienso: el agua aclara y diluye la sangre, la intenta cortar pero no lo consigue. No lo consigue porque la sangre es mucho más fuerte, más fuerte que el agua, porque es más importante, porque no es estéril, es más real, es más feliz.
Creo que no has sangrado nunca si no sabes lo que es sangrar, quizás por eso no entiendes lo que lees.
Creo que no sabes lo que es ser mujer si no has sangrado nunca.
Creo que no sabes lo que es amar si no has sangrado nunca.
También pienso: esta vez no vas a volver a casa con las manos manchadas después de tocarme. Esta vez no.
Y también sangro, pero de una forma no biológica, al pensar "esta vez no". Y esta sangre también es fuerte, importante, fértil, y tan real... Lo palpo, lo siento, me inunda. ¿Entiendes?
Te lo voy a intentar explicar por última vez: sangraré en Agosto, sangro en Enero, sangré en Venecia, sangraste en esa piscina y en ese parque. Entre mis piernas. A través de esa voz.
Estamos sangrando, ¿Entiendes? ¿Lo entiendes?
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