Los versos que formas cada vez que aspiras
como suspiras
cada vez que inspiras poesía
a una musa lejana de renegada compañía.
¿Es realmente necesario explicarte que creas mi nueva poesía cada vez que respiras?
¿Acaso se puede explicar si no es con versos?
O tal vez con miradas,
labios rozando tus suspiros,
anhelos de bestias amaestradas.
Por eso te busco:
el acento gallego perdido
entre montes a los que no pertenezco,
mi suspiro al compás del tuyo
haciendo malabares para esquivar el tiempo
en que me quitarás la poesía que formamos juntos.
Juntos.
Por eso te temo:
el retazo de sal en tus labios que llega demasiado tarde
porque yo no pertenezco al monte.
A la humedad, las heridas que se curan con arena y agua salada,
sí.
Pero ninguno de los dos polos opuestos son capaces de competir
con mi sorpresa en una mañana de Diciembre, al descubrir,
que soy feliz solitaria
y que el suspiro que lanzo tras mi pensamiento revelado
crea una poesía
de unos versos
que jamás habría imaginado construir
separados.
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