05/04
10/04
Este diario es una búsqueda.
Durante la última semana he caído en que el método que utilizo para sobrevivir son las listas. Hago checklist para todo, mi vida se basa en una sucesión de puntos que tengo que tachar, convencida de que si completo todos podré con ello.
Desde el sábado pasado me obligo a saber en qué día de la semana estamos. Intento que los días no se reduzcan a un número que completo en papeles de hospital sino que tengan un nombre y transmitan algo a través de él. Por ejemplo, hoy es viernes y estoy librando, lo cual es maravilloso. El sábado y domingo trabajé pero se lleva mejor porque por lo menos es fin de semana. Desde que lo hago no todos los días son lunes y domingo.
Vivir es cansado, todo son checklist que verificar desde que me levanto hasta que me acuesto, enfoco toda la energía en el objetivo de sobrevivir.
El jueves, cuando me despertó la alarma sentía como si me hubieran dado una paliza. Notaba el cuerpo pesadísimo, sobre todo las piernas, y caí en la cuenta de que había soñado con la tarde anterior. El checklist de antes de dormir consiste en distraerme tanto de la nueva realidad de modo que mi cerebro sueñe con otras cosas, pero últimamente no lo consigo. Un fallo en la lista diaria puede equivaler a muchos otros sucesivos y no puedo permitírmelo. Si no descanso no puedo pensar con claridad y si no puedo pensar no puedo ponerme y quitarme bien el EPI, saber qué medicación he dado ni intentar no fallar en no tocar nada cuando llego a casa y voy directa a la ducha.
12/04
Hoy es domingo. Lo supe desde que abrí los ojos por la mañana. Domingo de Resurrección.
Cada vez parece más fácil adecuarse a la semana. En general, todo parece más sencillo, como si la masa se fuera adaptando al molde o encajáramos las piezas del puzle cada vez más rapido.
Han cerrado el pasillo de al lado, abierto desde hace tres semanas para hacer frente a la saturación. Sentí algo muy extraño cuando vi las habitaciones vacías, abiertas de par en par con los operarios de limpieza desinfectando. Creo que era una mezcla entre asombro, alegría y esperanza que hacía mucho que no notaba.
Si pienso en los lugares que antes frecuentaba, las cosas que hacía, me invade la negación. No es posible que eso existiera en algún momento. Pero sí, dentro de unas semanas la estación de metro estará llena, tomaré un vino en una terraza, veré el mar. Se me antoja completamente imposible, una utopía. Hablo con mis amigas de los planes que haremos en agosto o septiembre pero ninguna nos lo acabamos de creer, vivimos en un espejismo que hemos tenido que convertir en realidad, nos convencemos de que la única realidad posible es esta porque, una vez más, sólo hay incertidumbre, con la diferencia de que hemos aprendido a vivir con ella.
15/04
He bebido una cerveza en la cena y ahora me siento mucho mejor, floto un pelín y todo tiene menos importancia. Creo que puedo llegar a entender a los alcohólicos, de hecho puede que esto sea lo más parecido a la definición de persona que usa la bebida para evadirse. Es extraño, sigo pensando en lo mismo pero es menos relevante. La cuestión de la importancia relativa de las cosas.
Quiero escribir un poema, uno del que sentirme orgullosa, pero no puedo. Mis estímulos han quedado reducidos a uno, sólo pienso, trabajo y sueño en torno a ello.
¿Existe la vida más allá de la cuarentena, el confinamiento, los turnos infernales? Parece que no, parece que llevamos meses en este estado de semi vida en la hibernación. No fue hace un año cuando tomaba una cerveza en un bar abarrotado de un barrio gentrificado donde ahora los vecinos pueden dormir los viernes. Hace un año yo estaba haciendo un TFG. Hace doce meses que la Catedral de Notre Dame ardía. Hace unos meses te besaba y hace semanas podía nadar y escribía poesía y no lloraba y sonreía. No veía sólo ojos en lugar de las facciones faciales que siempre me gusta observar. La cuestión de la relatividad.
Del poemario Hallar la casa, de Beatriz Viol. |
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