sábado, 21 de abril de 2018

Un sueño


Soñé despierta: soñé que soñaba contigo mientras dormía. Todos mis sueños son un punto intermedio entre un buen sueño y una pesadilla, lo que da un resultado que se puede resumir inequívocamente en una palabra: angustia.

En el sueño tú te ibas, te marchabas para siempre, borrando el nexo frágil pero duradero que había unido nuestras vidas durante casi siete años. Decidimos organizar una despedida, y allí estamos todos, los que también fuimos unidos por el mismo nexo frágil, reunidos en un bar con pinta de irlandés, con esa oscuridad dentro del antro que te hace perder la noción del tiempo y del espacio.
Tú yo nos sentamos juntos y hablamos, creo. En esta parte tengo dudas, dos escenarios se superponen en el sueño, aunque podrían ser compatibles. Un escenario soy yo rehuyéndote durante toda la velada y hablando con todo aquel que tengo delante, sonando forzada y mostrando evidente mi huida. El otro somos tú y yo hablando toda la noche y sacándonos fotos. Nos hacemos mil selfies y no me importa salir fea y que tú me veas fea cuando las revisamos y sienta mucha vergüenza. Por un día seré una persona normal del siglo XXI con un  móvil en la mano.
Luego hablamos de cincuenta mil cosas, de nuestros planes de futuro, para acabar diciéndome a los ojos, como siempre haces, con una sinceridad que nadie más me ha demostrado, que esperas y sabes que todo me va a ir muy bien. Me llevas a casa y en el último segundo, en vez de darte un abrazo y un beso, me doy la vuelta y entro en el portal sin mirar atrás.
Nos volveremos a encontrar, en el barrio o en algún hospital. Quizás en algún tren entre las estaciones de Lago y Tribunal. Seremos dos extraños conocidos, exactamente igual que ahora. Nada y todo habrá cambiado.

Dudo que algo de esto suceda nunca, ni en un futuro cercano ni lejano. Sé que es todo una tontería, siempre me ha gustado soñar y soñar despierta. Y sin embargo, tengo un presentimiento. La certeza de que te vas a ir y el miedo a que la despedida pueda convertirse en un sueño angustioso que me persiga para siempre. Hay veces que no somos capaces de demostrar lo suficiente, o materializar en palabras algo tan importante y especial, pero obvio y rutinario. Escribo esto para recordármelo a mi misma. Cuando llegue el día de despedirnos tengo que estar a la altura.
Escribo esto porque ya era hora de escribir sobre ti. Te mereces esto como mínimo porque siempre he querido escribirte un poema, o algo parecido que reflejara un destello de lo que eres.
He descubierto algo: las personas que me fascinan no siguen un patrón, no hay forma de unir puntos en común, y cada vez aparecen con menos frecuencia. Creo que es la edad. Lo que quiero decir es que he descubierto que eres una de esas personas, y la que más lleva a mi lado. También he descubierto que nunca te he dedicado nada y eso puede parecer un desprecio, aunque ahora mismo te escribo y creo que esto jamás saldrá a la luz por vergüenza.

Recuerdo el primer día, el empujón, recuerdo los ánimos, sonrojarnos y que nos diera igual el resto, y la vez saber preocuparnos. Creo que somos semitransparentes, el uno con el otro. Y eso cuesta encontrarlo. No te dejaré nunca de empujar.